lunes, 9 de marzo de 2009

AMBROISE VOLLARD, EL DESCUBRIDOR DE CÉZANNE Y VAN GOGH



Retrato de Ambroise Vollard (Pablo Picasso, 1910)

Ambroise Vollard nació en 1866 en la isla de la Reunión ­­ (situada en el Pacífico) en el seno de una familia acomodada. Estudió la carrera de Derecho en París, doctorándose en 1888, pero no llegaría nunca a ejercerla, pues por aquel entonces ya había tomado la firme decisión de introducirse en el mundo del comercio de obras de arte para hacerse galerista. Primeramente quiso trabajar para Georges Petit, pero ante la negativa de éste no le quedó más remedio que trabajar en la galería de cuadros que tenía Alphonse Dumas en París. Años más tarde, en 1893, conseguiría abrir su propia galería de arte en el 37 de la rue Laffitte (París).

Vollard sentía una gran pasión por la pintura y estaba dotado de un infalible ojo para el arte, así como de un fino sentido del olfato para los negocios. Supo dar a conocer al gran público la obra de artistas tan destacados como: Paul Cézanne, Vincent van Gogh, Paul Gauguin, Camille Pissarro, Henri Matisse, Auguste Rodin, Pablo Picasso, etc.

Así describe el propio Vollard como descubrió la pintura de Cézanne y como este hecho, aparentemente intrascendente, hizo que surgiera en él la idea de hacerse marchante:
“La primera vez que vi un cuadro de este pintor, la orilla de un río, fue en el escaparate de un modesto vendedor de colores, en la calle Clauzel, el tío Tanguy. Me produjo una impresión tremenda, como si me hubieran dado un golpe en el estómago.
Al mismo tiempo que yo, se habían detenido dos personas ante aquel lienzo: un burgués y su mujer:
-¡Qué ocurrencia deformar así la naturaleza! –Decía el hombre, que llevaba sombrero hongo-. ¡Esos árboles no se sostienen de pie! Y esa casa, fíjate cómo se bambolea. Pues ¿y el agua? ¿Es agua o plomo? En cuanto al cielo… Bueno, si la naturaleza fuera así, sería como para no ir al campo en la vida.
En aquel momento apareció un obrero que llevaba en bandolera su bolsa de herramientas.
-¡Ajajá! –exclamó-. Ahí sí que me gustaría ir a pescar los domingos.
El burgués se alejó desdeñosamente.
Por mi parte, lamenté que mis escasos recursos de estudiante no me permitiesen adquirir el lienzo. Pensé: [Qué oficio tan agradable el de comerciar con cuadros. ¡Pasarse la vida entre semejantes maravillas].”.


Memorias de un vendedor de cuadros, Ambroise Vollard.

En 1895 realizó una gran exposición de Cézanne, mostrando 150 de sus obras, entre las que cabe destacar El Fumador y Los Jugadores de Cartas, cosechando cierto éxito, si bien seguía existiendo por aquel entonces una gran resistencia por parte del público, que no aceptaba la obra de Cézanne, como se desprende del siguiente fragmento:
“Cuando, en 1984, organicé una exposición del maestro de Aix, escuché un día un altercado delante de mi tienda. Un hombre sujetaba solidamente a una mujer joven ante un cuadro de Bañistas.
­­-¡Obligarme a mirar esto, a mí, que he tenido un premio de dibujo en el pensionado!
-Así aprenderás, nena –repitió el hombre-, a ser otra vez más amable conmigo.”.

Memorias de un vendedor de cuadros, Ambroise Vollard.


Un año más tarde, en 1896, realizó la primera exposición retrospectiva de Vincent van Gogh, cosechando un estrepitoso fracaso. El caso de Van Gogh era aún más doloroso que el de Cézanne, pues ni siquiera sus propios compañeros de oficio veían con buenos ojos la obra de Vincent; años más tarde, Vollard escribiría lo siguiente acerca de ello:
“El caso de Van Gogh era aún peor; incluso los más audaces no llegan a [tragar] su pintura- ¿Cómo extrañarse de esta resistencia del público, si hasta los artistas más libres de prejuicios, como Renoir y Cézanne, el primero echaba en cara a Van Gogh su [exoterismo] y el otro le decía: [Sinceramente, ¡pinta usted como un loco!].”.

“Para inaugurar mi nueva galería, organicé una exposición de Van Gogh –la primera gran exposición de este pintor- y en ella figuraron más de sesenta lienzos procedentes de su estudio de Ámsterdam, sin contar un lote de acuarelas y dibujos suyos. El precio de los cuadros más importantes, como el célebre Campo de amapolas, no llegaba a los quinientos francos. El público no manifestó gran entusiasmo. Todavía no había llegado la hora…”.

“Me equivoqué con Van Gogh. Pensé que no tenía futuro y malvendí sus cuadros.”.

Memorias de un vendedor de cuadros, Ambroise Vollard.

Cabe destacar otras grandes exposiciones realizadas por Ambroise Vollard a lo largo de su carrera como marchante, como la dedicada a Gauguin en 1989, la de Picasso en 1901 y la de Matisse en 1904.

Supo introducirse en el mundo editorial, publicando una colección de libros de clásicos literarios y obras de escritores contemporáneos ilustrados por pintores destacados de la época como: Chagall, La Fontaine y Bonnard. Escribió una biografía sobre Renoir, así como sobre Cézanne y Degas, que servirían para darlos a conocer al gran público. También publicó una autobiografía Memorias de un vendedor de cuadros (1937) donde recogió sus experiencias como marchante de cuadros.

Murió el 23 de agosto de 1939 en un accidente de tráfico, dejando tras de si un halo de misterio.

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